viernes, 2 de diciembre de 2011

Amores fingidos

El capitalismo nos está acostumbrando a los sucedáneos, los productos “tipo” que venden en el supermercado, y como dijo el cómico, ya nada es lo que es, ni contiene lo que dice ser, todo son “fórmulas” y “sustitutos de”.
En política, han existido siempre sustancias tóxicas que se trafican bajo buenas etiquetas, es sabido que “el patriotismo es el último refugio de los cínicos”. Hoy sabemos más: Apelar a lo espiritual, al amor, y a la religión bajo subterfugios presuntamente republicanos, es lo marketing.
Carlos Salinas de Gortari lo hizo, cuando usurpó la palabra “solidaridad”, prestigiada por la ayuda mutua desinteresada entre pares durante la tragedia del terremoto de 1985 en la ciudad de México, y a nivel internacional por el nombre del sindicato polaco que encabezaba Lech Walesa. Salinas bautizó con ella a su programa de manipulación electorera de la pobreza, no solamente caridad burguesa, sino abuso del pobre para usarlo como carne de cañón electoral.
En Veracruz, acabamos de pasar un sexenio pintado de rojo, con el juego de palabras que usurpó una consigna del ex papa Juan Pablo II “México, siempre fiel”, y el juego de palabras con el nombre del exgobernador Fidel Herrera en el cual todo llevaba el adjetivo “fiel”. Una seudorreligiosidad que en realidad fue fanatismo político electorero.
Alguna vez, en un artículo en La Jornada, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez describió cómo en su patria el degenerado FSLN pintó todo de rosa, y llenó las calles de consignas seudorreligiosas como “La voz del pueblo es la voz de Dios”, de manera que a los acarreados a sus actos políticos les han llamado “los rezanderos”.
Pero no es exclusiva de priistas y de seudosandinistas la manipulación de un lenguaje religioso: En México no nos cansamos de quejarnos del uso mocho y mojigato de los símbolos religiosos por los panistas como el ex presidente Fox, el difunto ex secretario de gobernación panista Carlos Abascal, el perjuro que mandó a reprimir violentamente en Oaxaca después de su “en el nombre de Dios no habrá represión”. Las televisoras, Televisa y TV Azteca, compiten por hacer negocio con la fe en programas como “A cada quien su santo” y “La rosa de Guadalupe”. Los chinos han inundado el mercado con una versión caricaturizada de la Virgen de Guadalupe y ejemplos sobran…
A esa falsa e hipócrita manipulación de lenguaje y símbolos religiosos contestó un creyente, Javier Sicilia, cuya fe y militancia desde ella en el pacifismo en México data de muchos años, al entregar un rosario al presidente Calderón (de facto, sí, un presidente de facto es un presidente, perdón por el pleonasmo), quien se intentó deslindar hipócritamente con un “a mí también me han regalado rosarios, pero yo no rezo, la que reza es mi mujer” (mientras va a besar la mano de Benedicto XVI y pedirle que venga a México).
Cuando eso pasó, la izquierda en México se rasgó las vestiduras, exigieron que no usar un lenguaje ni símbolos religiosos: A pesar de que la gente sencilla siempre los usa, porque sabe de su derecho a la libertad de creencias, y a la libertad de expresar su fe, los campesinos, la gente sencilla, siempre portan símbolos religiosos de todo tipo.
Hoy la izquierda comecuras, jacobina, linchadora de Javier Sicilia y su pacifismo besucón y católico gandhiano hace como que la Virgen le habla ante el descarado uso de símbolos y lenguajes religiosos, en una mercadotecnia electoral digna de una campaña de marketing de Benetton, como lo prueba el espot del “cristiano legítimo” López Obrador: “Confieso que soy un hombre de fe, y convicciones. En lo espiritual, profeso el amor al prójimo. Nunca me ha interesado el dinero, pero tengo la convicción de que no todo el que tiene es malvado.”
Una profesión de fe vergonzante, dice que es cristiano, pero no lo dice abiertamente por respeto humano, por no ofender a sus seguidores jacobinos, pero sí lo suficientemente claro para que lo entiendan sus seguidores más sencillos que saben que el amor al prójimo es una manera velada de aludir a Cristo. Y luego dice que no todo el que tiene dinero es malvado, abriendo la puerta para que lo apoye Carlos Slim, y ahora en la república “amorosa”, se da la mano con Televisa (a la cual le pagó muchísimo dinero vía el PRD de Rosario Robles, precursora de la república amorosa en su romance con Ahumada, uno que tenía dinero y no era malvado cuando se lo daba a los perredistas, pero se volvió malvado y perseguido de ellos cuando no le pagaron lo que le debían y se alió a Salinas para exhibir la corrupción de AMLO, del gobierno del DF y del PRD).
Claro: la definición de quién es un adinerado malvado o no, la dicta AMLO, a conveniencia. Hoy, los mismos que abominaban de la fe religiosa de Sicilia ahora comulgan con la campaña de “rezanderos” a la mexicana de la izquierda electorera.
AMLO está bien asesorado en marketing, de esa manera se fusila cínicamente símbolos, nombres, lenguajes ajenos, “Convención Nacional Democrática” para la asamblea informativa que lo nombró “presidente legítimo”, el nombre del periódico magonista “regeneración” para su gaceta de campaña, ahora, lo mismo que le han criticado a los políticos de derecha lo harán ellos, usar mercadotecnia religiosa. ¿Cuánta gente sencilla asocia la palabra “morena” con la virgen “morena”?
En lo personal, opino que la gente que tiene una fe religiosa tiene todo el derecho de expresarla públicamente y actuar políticamente de acuerdo a ella: Por ejemplo: el obispo Méndez Arceo, Samuel Ruiz, Raúl Vera, el padre Alejandro Solalinde, y laicos comprometidos con su fe, como las mujeres de Guadalupe, la Patrona, en Veracruz, y Javier Sicilia, cuya obra intelectual y publicaciones (Ixtus, hoy Conspiratio) tienen un fundamento católico.
Lo que me parece bastante pobre es la imitación con fines electoreros de los eslóganes religiosos como “Solidaridad” de Salinas, “fidelidad” de Fidel Herrera, “la voz del pueblo es la voz de Dios” de Daniel Ortega y la actual propaganda “amorosa” de AMLO. Una golondrina no hace verano, y no todo el que dice “Señor, señor”, es un creyente, a menudo es un candidato con piel de “profeta”.

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