jueves, 3 de enero de 2013

EZLN: ¿quiénes son ellos y quiénes nosotros?

Bajo la apariencia gatopardista de cambios en México (la cada vez más imposible de llamar “transición a la democracia”), nuevamente en los extremos del espectro político se enfrentan las dos fuerzas que se confrontaron en enero de 1994: arriba y a la derecha el grupo priista encabezado como poder de facto por Carlos Salinas de Gortari contra, abajo y a la izquierda, los indígenas zapatistas. Que ambos grupos se mantengan en pie de guerra y que sean los dos opositores que se perfilan en cada extremo es un síntoma que cuestiona la hipótesis de que México cambió y está en una situación de democracia.

Es sabido por quienes han tenido un oído atento a la voz de los zapatistas de base, las comunidades y pueblos representados por sus Juntas de Buen Gobierno, que no guardaron silencio ni durante los 12 años del panismo en el poder ni durante el sexenio de muerte del calderonato. Sus bases estuvieron firmes, resistiendo, construyendo un proyecto político autónomo, de autogobierno, una forma diferente de hacer política, en medio del ominoso silencio de medios de comunicación, la clase política, los partidos electorales y sus intelectuales orgánicos. Y en medio de la contrainsurgencia y el paramilitarismo que los atacan.

Una mayoría silenciosa se negó a escuchar y dar algún acuse de recibo a las denuncias de agresiones paramilitares y de una contrainsurgencia en la que estuvieron coordinadas todas las tríadas del poder en México: los tres niveles de gobierno, federal, estatal y municipal; los tres poderes de la Unión y los tres grandes bloques electorales: PRI-PVEM, PAN y PRD-PT- Convergencia. El EZLN ha denunciado la incorporación del PRD a la contrainsurgencia desde el 15 de abril de 2004, cuando paramilitares de ese partido dispararon contra una marcha pacífica de zapatistas en Zinacantán, en represalia por apoyar a sus compañeros zapatistas y tratar de llevarles algo de agua, ya que el gobierno municipal perredista les había cortado el servicio.

Las críticas del EZLN a la izquierda electoral vienen desde los tiempos en que su candidato perenne era Cuauhtémoc Cárdenas pero sobre todo desde 2001, cuando legisladores perredistas liderados por Jesús Ortega votaron contra los Acuerdos de San Andrés junto con las bancadas del PAN (liderada por Fernández de Cevallos) y del PRI (liderada por Manuel Bartlett). En realidad ahora que los zapatistas contestan irónicamente que “sí los conocen” pueden decir que no solamente conocen a los priistas salinistas y ahora peñistas empecinados en la contrainsurgencia para combatir al EZLN, sino a los panistas y a los ex priistas y perredistas que han sido comparsas de la guerra contra las bases del EZLN. Lo asombroso es que alguien piense que el EZLN debía apoyar electoralmente a alguna de las tres facciones que, en perfecta coordinación (por encima o por debajo de sus diferencias electorales), han agredido a los zapatistas con paramilitares, asesinatos, presos políticos, desplazados y hostilidad permanente. La guerra de exterminio que hoy padece todo el país la han padecido los zapatistas y los indígenas en el país desde hace mucho tiempo, y sus autores aparecen, en cada contienda electoral, como candidatos de izquierdas y derechas.

Ahora que la comandancia del EZLN vuelve a posicionarse frente a la clase en el poder en México, el regreso del PRI al poder ejecutivo de Chiapas y del gobierno federal no hace para ellos una gran diferencia, porque ningún gobierno de ningún partido, de derecha o de izquierda, ha tenido para ellos otro rostro que el de la guerra y la muerte. Eso se les olvida a quienes reprochan al EZLN no participar en las elecciones al lado de la izquierda electoral. El silencio y la falta de autocrítica ante la complicidad de los partidos y políticos de la izquierda electoral con la guerra antizapatista es una autocomplacencia y una complicidad jamás corregida hasta hoy. Por ello los zapatistas siempre que marcan una línea divisoria entre “nosotros” y “ellos”, incluyen entre los “ellos” a la izquierda que tiene en el poder hoy a políticos como Mancera, Bartlett y Graco Ramírez. El costo que ha pagado por ello el EZLN es alto: La calumnia de ser cómplices de la derecha es adoptada y propalada por un sector que se reclama de izquierda pero jamás ha cuestionado a sus líderes por formar filas en la contrainsurgencia en Chiapas y en el país.

Quizá los dos mayores peligros que enfrenta el EZLN hoy sean: la fragmentación y confrontación de la izquierda con la que potencialmente puede tejer alianzas y formar un frente común. Hay muchos sectores de izquierda no electoral que pueden confluir con ellos pero que se han mantenido también en una guerra intestina por la hegemonía. Además los zapatistas tienen que remontar el descrédito que han tenido que pagar por denunciar la complicidad de la izquierda electoral con la contrainsurgencia. En parte la verdad de las cosas comienza a caer por su propio peso, pues, por ejemplo, los jóvenes que se han movilizado contra la imposición pueden observar cómo el gobierno perredista del DF participó en la represión, además: defendiendo a Peña Nieto. Tienen que comprender que esa traición contra ellos del gobierno perredista es la misma traición de la izquierda electoral que han padecido antes las huelgas de la UNAM, Atenco, Oaxaca, el EZLN y los movimientos sociales en estados como Guerrero y Michoacán, precisamente algunos de los estados donde hay comunidades organizadas construyendo autonomía.

Por otra parte, el gobierno priista llega a Los Pinos con una amplia experiencia en la contrainsurgencia y la represión: Es hábil para cooptar figuras que fueron conocidas públicamente como de izquierda; diestro en usar la represión para dividir y confrontar al movimiento; sabe que mantener bajo control a los medios comerciales limita el alcance de la palabra del EZLN (Basta ver cómo le dedican primeras planas a EPN incluso los otrora diarios de la izquierda). El PRI contrainsurgente ha aprendido las lecciones de 1994, de 2001, de 2006. Así como el EZLN se ha fortalecido y consolidado en sus bases, el PRI tiene ahora mayor experiencia y sistematización en la contrainsurgencia y en saber concitar la complicidad de los demás actores políticos electorales, de derecha e izquierda, pactos incluidos (y firmados).

De hecho antes de que los zapatistas hicieran su movimiento inicial de una nueva fase de organización y lucha los gobiernos priistas federal y chiapaneco comenzaron a alabar públicamente al EZLN, a hablar de diálogo, a liberar a algunos presos presuntamente zapatistas (pero no a los que la Otra Campaña ha defendido como zapatistas o simpatizantes del EZLN) y a incluir a una hermana de Guillén Vicente en el gabinete de Peña Nieto. Hasta ahora la única ingenua que ha mordido públicamente el anzuelo esSanjuana Martínez: Eso es precisamente lo que el grupo salinista quiere: alimentar la calumnia conspiracionista contra el EZLN, difamación que los salinistas, desde el PRI, y sus compañeros salinistas de “izquierda” desde el PRD y sus partidos aliados, han generado y difundido, con la complicidad de algunos columnistas y caricaturistas mercenarios. Pero el estratagema priista no ha logrado engañar a quienes saben que en estos 12 años el EZLN ha seguido siendo un bastión de resistencia no solamente contra un partido en el poder u otro, sino contra el sistema que utiliza a esos partidos de derechas e izquierdas para reproducirse, conservarse y renovar sus élites, haciendo gala de una habilidad gatopardista de la que no escapa ningún competidor electoral.

La sociedad mexicana tiene que enfrentar la disyuntiva: seguir entreteniendo sus energías en un juego electoral con los dados cargados y los actores políticos domesticados, o incluir entre sus aliados a un EZLN que no se ha rendido, no se ha vendido ni ha claudicado de su meta de transformar el país, porque en ello les va, a los pueblos zapatistas, su supervivencia y futuro como indígenas. Y en su derrota iría cifrada la derrota de todos, ya que como dice Gustavo Esteva: “el zapatismo no le pertenece solamente a los zapatistas” del EZLN y “defenderlos a ellos es defendernos a nosotros mismos”.

Javier Hernández Alpízar

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