viernes, 18 de enero de 2013

La importancia de los zapatistas actuales

Entre el 1 de enero de 1994 y la marcha zapatista del pasado 21 de diciembre han pasado 18 años. Las generaciones que nacieron en ese y los inmediatos años posteriores son ahora jóvenes. Hay nuevas generaciones de zapatistas que marcharon en diciembre, contemporáneos de los #YoSoy132 como nos recuerda Laura Castellanos[1], y con una nueva construcción de su masculinidad y de su feminidad, como apunta Jorge Gil Olmos.[2]

El zapatismo actual, tanto en 1994 como hoy, es algo inaudito, por eso es fácil malentenderlo, pues tener la paciencia de escucharlo y tratar de embonar las piezas de su palabra- acción- presencia con la realidad nuestra, la oprobiosa normalidad mexicana, es una tarea que exige coraje y conciencia.

En 1994 la izquierda estaba en la lona en todo el mundo. Había un espantoso reflujo, algo como la cruda después de la borrachera del socialismo realmente existente: quedaba puro capitalismo realmente existente. El anticomunismo parecía haber triunfado. Los gurús de la derecha anunciaban el fin de la historia, del fin de la utopía armada y el de la utopía a secas.

Los socialistas mexicanos disolvieron su partido antes de que cayera el muro de Berlín y se desmerengara la URSS. Las guerrillas en El Salvador y Guatemala firmaron armisticios, uno de esos jefes guerrilleros le entregó su arma a Carlos Salinas de Gortari, y después fue asesor de la contrainsurgencia en México. En Nicaragua, perdieron el poder por la vía electoral (y la guerra), los sandinistas, ya corrompidos y convertidos en el PRI centroamericano, lo dijo un periodista entonces poco conocido, pero que gracias al zapatismo ganó lectores, aunque, como muchos, olvida hoy lo que les debe.

Los zapatistas le devolvieron a la izquierda mundial las ganas, el coraje para recobrar la utopía. Apenas a unos días del alzamiento armado del EZLN ya una huelga obrera en Italia retomaba el icono de Zapata. Félix Serdán, zapatista y jaramillista histórico, los vio, los reconoció: “son nosotros”, y ahora es el único mando militar honorario fuera de Chiapas. Blanche Petrich entrevistó a comandantes y comandantas indígenas y descubrió asombrada a una elite intelectual indígena.

El mito de Salinas se vino abajo. La cúpula de la clase política se reunió de emergencia (Porfirio Muñoz Ledo se lo contó, al aire, a Ferriz de Con en 2005) y decidieron abrir la vía electoral a los partidos que el PRI tenía a su derecha (PAN) e izquierda (PRD). Fue una medida para tratar de quitarle banderas al EZLN y, al final, una operación de contrainsurgencia, por eso juntos los tres partidos votaron años después (2001) contra los Acuerdos de San Andrés y terminaron avalando, los tres, la ofensiva política, militar, económica y mediática contra los indígenas rebeldes.

La marcha del 12 de enero de 1994, con la que la sociedad civil logró un alto al fuego, aunque a la postre no paró la guerra contrainsurgente, marcó la ruta pacífica que el EZLN ha seguido hasta hoy. Los zapatistas acudieron a un diálogo con el gobierno, pero, en entrevistas, dijeron que les interesaba dialogar con la sociedad. Y lo han intentado una y otra vez. No aceptaron las limosnas que el Estado (a través de Camacho Solís, el cooptador de izquierdistas del salinismo) les ofreció.

A los zapatistas, no solamente los traicionó Zedillo, los traicionó el Estado mexicano que firmó con ellos los acuerdos; los traicionó la clase política que recién se había ampliado por la reforma electoral, pero pronto se convirtió en la especie de neoporfirismo que es hoy. Los traicionaron intelectuales, periodistas y caricaturistas que se beneficiaron del espacio, el público y el aumento en el tiraje de sus diarios, cuando el EZLN revivió la idea de una izquierda en México. Los traicionaron, dándoles la espalda cuando ya tenían gobiernos estatales, dinero del IFE y candidatos con posibilidades de llegar “a la grande”. Quizás es esa una de las razones por las que hacen tanto énfasis en las calumnias contra el EZLN, porque reconocer la verdad de los hechos sería aceptar que fueron ellos quienes claudicaron y llevaron al poder a personeros del gobierno que decían combatir: salinistas, zedillistas, priistas de vieja cepa que venían de reprimir en 68 y los años 70, políticos responsables de haber cometido y haberse beneficiado del fraude de 1988. Hoy son sus primeros cuadros… A esa clase política claudicante, los zapatistas los escandalizan si callan o si hablan… Tanto el silencio como la voz de los zapatistas les quema… como quema la memoria.

Hoy que algunos jóvenes han recibido su bautizo de fuego en la represión del GDF- PRD para defender a Peña Nieto en diciembre pasado, valdría la pena que se enteraran de cómo jóvenes de su edad recibieron su bautizo de fuego tomando militarmente 5 ciudades de Chiapas, y declarando la guerra al mal gobierno: esa declaración jamás la han retirado, y el ejército y los paramilitares no los han dejado de acosar desde entonces.

Las Juntas de Buen Gobierno, Caracoles y Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas existen en medio de una guerra de contrainsurgencia a las comunidades indígenas que llevan más de 18 años de rebeldía. Antes de su aparición, tenían por lo menos 10 años organizándose en la clandestinidad: no para romper algunos cristales, o para enfrentar a un pelotón de granaderos, sino para llamar al pueblo de México a derrocar al supremo gobierno.

Alguna vez, la periodista Laura Castellanos dijo que la existencia de esas autonomías zapatistas es más subversiva que cualquier hecho de armas de un grupo guerrillero; y tiene razón. Los altermundistas, ocupas, campamentistas, indignados y muchos movimientos en el mundo reconocen que deben mucho al EZLN y a sus comunidades en resistencia. Incluso lo que hicieron militarmente ese 1 de enero es algo que no ha hecho ningún otro grupo armado en México, ni los que se dicen más radicales. En ese momento, los zapatistas invitaron al pueblo mexicano a alzarse: nadie lo hizo. Nadie estaba preparado, nadie quiso. Dijeron: “aprobamos la causa, no el método”.

La falsedad de que los zapatistas son un grupo manipulado por Salinas fue acuñada por el poder para entrar como cuchillo en mantequilla en el México neoporfirista que sigue pensando: “de los indígenas no puede venir nada bueno”. El racismo, el clasismo y el desprecio, afloraron primero en la derecha, sí pero La Jornada también los recibió con un editorial que pedía distinguir entre los pobres indígenas marginados y los agitadores y provocadores violentos y aventureros. La Jornada después se benefició mucho, económica y políticamente, de publicar los comunicados completos, pero inicialmente no entendió la legitimidad del alzamiento. Lo entendieron quienes tenían elementos morales e intelectuales para ello, como Carlos Montemayor.

Después la izquierda perredista ha copiado y reproducido esos mismos “argumentos”. Y la teoría de un complot salinista o priista detrás del EZLN, la esparcieron cuadros perredistas entre sus simpatizantes y votantes, sobre todo desde 2005 y 2006: salinistas y perredistas son los autores, difusores y beneficiarios de la teoría de la conspiración sobre el EZLN. Algunos no se han atrevido a decirlo en primera persona, pero lo han esparcido como la cita a otros, el “se dice”, como Julio Hernández en Astillero. De hecho, hasta ahora no se atreven a confesar su antizapatismo y se refugian en la diferencia entre las bases y el líder: como si las comunidades zapatistas fueran como los acarreados que ellos llevan a sus mítines electoreros.

No hay otro grupo de izquierda en México (ni civil ni armado) que haya construido lo que han hecho los zapatistas: apropiación de territorio, autogobierno, autonomía, un ejército propio, una postura política de alcance mundial, un pensamiento político con el cual se puede discutir incluso teóricamente, y la capacidad para tener ocupado al Estado mexicano (incluida la izquierda electoral) en una intensa contrainsurgencia por 18 años. Además, y para ir cerrando un recuento provisional, incompleto e insuficiente, los zapatistas han vivido en “la piel del spoiler” como dijo recientemente un colaborador de Desinformémonos[3]: No solamente dijeron por anticipado, en 2005 y 2006, lo que ha pasado con la clase política y el país en estos años: descomposición, claudicaciones, traiciones, criminalidad, sino que lo comenzaron a explicar desde 2001, cuando la Marcha del Color de la Tierra bajó a Vicente Fox del trono ideológico y mediático de “gobierno legítimo” al cual lo subieron los foxizombies de entonces. Los zapatistas son enemigos irreconciliables del PRI y el PAN, si algo le reprochan a la izquierda electorera es aceptar como líderes y candidatos a viejos políticos priistas y hacer alianzas electorales con el PAN. En Chiapas, eso lo conocen y lo han visto de cerca con las oligarquías que representó, con el apoyo del PRD, Juan Sabines.

En una entrevista que dio Marcos para Proceso y Televisa (sí, los zapatistas unieron a Proceso y Televisa en una entrevista transmitida en vivo, la hizo Julio Scherer, no vayan a linchar al pobre viejo ahora que está de moda hacerse el apocalíptico; así como años después unieron a Jaguares y Maná y por primera vez a Televisa y TV Azteca en un concierto para pedir “la paz”; porque sí les preocupa allá arriba el ejército indígena que no ha entregado las armas), decíamos… en esa entrevista, que después Proceso, parcialmente, publicó escrita, Marcos, vocero de los zapatistas, con momentos de protagonismo desaforado, pero con otros más tranquilos como en esa conversación, explicó lo que venía, y ya estaba, la subordinación mediática de los políticos, el despojo, la represión, la militarización, el corrimiento de la frontera de Estados Unidos hacia el sur, para que México sirviera de filtro para los compas de más al sur, la rabia creciente y levantisca de pueblo, el incremento del ánimo subversivo. Julio Scherer confesó su miedo, y Marcos le contestó que solamente en la organización de la rabia popular había una esperanza (cito de memoria, no textual).

No es que los zapatistas (Marcos ha dicho, estos indios que algunos llaman ignorantes y hasta quieren instruirlos, son mis maestros) tengan una bola de cristal donde ven el futuro: lo que pasa es que desde el rincón de hasta abajo donde están y la libertad de no estar comprados por nadie, se atreven a ver, y a decir, lo que otros no quieren o no alcanzan a ver, porque no cuadra con su teoría de “un aterrizaje suave en la democracia” o de un movimiento cuidadosamente administrado “sin romper un solo cristal”.

Hay mucha ignorancia en la lectura que del zapatismo algunos han hecho estos días (cualquiera lee una caricatura, con monitos, pocas letras y puros chismes y referencias a la TV, que los apocalípticos nunca ven), pero también hay mucha mala fe y mala leche de quienes se la pasan profetizando el “cambio verdadero” pero haciendo malabares para pedirle al pueblo que lo aplacen para la siguiente elección. Como dijera, en tono de burla, Carlos Lenkersdorf de los marxistas que piden apoyar un gobierno reformista para abrirle más campo a los revolucionarios: “Sí, queremos la revolución, pero no la queremos ahora”.

Quizás si los zapatistas fueran indígenas de Australia, la India o África, los articulistas de izquierda se enterarían de ellos por documentales y hasta algunos libros, pero su cercanía pisa callos: porque los izquierdistas, a su lado, se ven de un rojo tan pálido, tan amarillo, que parece azul. Algunos periodistas tendrían pudor de escribir sobre ellos sin conocimiento de causa, pero como están en México, no les importa escribir de oídas, atendiendo complacientemente a los rumores que manejan sus compañeros de partido.

Entre los pocos periodistas que han escrito recientemente con conocimiento del tema, mencionamos a Gil Olmos y Laura Castellanos (autora de México armado y Corte de caja), también al difunto Carlos Montemayor (Chiapas, la rebelión indígena en México; La guerrilla recurrente; Violencia de Estado en México, antes y después de 1968), y algunas de quienes han hecho trabajos serios sobre el zapatismo son mujeres: Gloria Muñoz (EZLN: 20 y 10. El fuego y la palabra, y textos en la revista que ella dirige: Desinformémonos[4]), Guiomar Rovira (Luchas muy otras: zapatismo y autonomía en las comunidades indígenas; Mujeres de maíz, Zapatistas sin fronteras; ¡Zapata vive!, La rebelión indígena de Chiapas contada por sus protagonistas).

En síntesis, los zapatistas son mucho más que una chafa caricatura, sea la de Marcos o las de los moneros pejefans.

Si los zapatistas triunfan, se beneficiarán incluso los indígenas que han esquiroleado el movimiento, porque habrá un lugar para ellos en la nación; pero si derrotan a los zapatistas, todo México va a perder, porque los otros segmentos de izquierda radical no tienen el nivel de desarrollo político que tienen estos indios autónomos, rebeldes y deslenguados. Por otra parte, el liberalismo sigue siendo el horizonte no superado de la izquierda “mayoritaria”, y no hay lugar para los indígenas ni para la diversidad en ese México: la represión del 1 de diciembre es su verdadero rostro, su república, su democracia, su progresismo.

Javier Hernández Alpízar

[1] Laura Castellanos, EZLN:Leccionesolvidadas, http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2013/01/62550.php
[2] Jorge Gil Olmos, La nueva generación del EZLN,
http://www.proceso.com.mx/?p=330167
[3] Ángel Luis Lara, Clinamen, spoiler y el inconsciente zapatista,http://desinformemonos.org/2013/01/clinamen-spoiler-y-el-inconsciente-zapatista/
[4] Desinformémonos, revista virtual semanal, sale los lunes, http://desinformemonos.org/

No hay comentarios:

Publicar un comentario